jueves, 1 de marzo de 2018

Nuevo orden mundial versus identidad histórica   y     soberanía nacional

 "La Soberanía y El Orden Mundial" - se acuñó hace poco más de un año, algo más quizá, si bien la elección del apelativo no pudo ser más profética. - "La soberanía" y "el orden mundial" han sido los lemas del año 1999 de modo bien ilustrativo.

La inquietud por la soberanía ha pasado por dos fases. La primera, se producía durante el primer semestre del año, cuando la agresión aérea de EEUU-OTAN sobre Yugoslavia fuera el centro de atención, y la segunda, se ha producido estas últimas semanas - con relación al recrudecimiento de las atrocidades en Timor Oriental.

Durante la primera fase se dio una " desmesurada profusión" en cuanto a la nueva era de la historia de la humanidad en la que nos adentramos, en la que los "estados iluminados", recurrirán al uso de la fuerza - cuando lo consideren oportuno, sin reparar en arcaicos conceptos como la soberanía o la legislación internacional. Adiós a las antiguas restricciones. Los "estados iluminados" actuarán conforme a sus principios tradicionales en su misión de "custodia de los derechos humanos", proclamaba la Secretaria de Estado estadounidense, Albright, según lo reflejaba fervientemente el New York Times.

La misión es concreta, según Albright y compañía, al menos, por lo que respecta a determinados lugares del mundo, y, más concretamente, a los estados "corruptos". La Cuba actual. Nicaragua, en el período previo a su reingreso en el mundo libre. O, Irak a partir de 1990 cuando, al desobedecer las órdenes de EEUU, Saddam Hussein condujera a Irak a la categoría de "estado corrupto". Pero no anteriormente a 1990, naturalmente, cuando como estado amigo y aliado era receptor de una ayuda masiva, al tiempo que se dedicaba a gasear a los Kurdos y a torturar a la disidencia, periodo en el que, de hecho, llegaría a perpetrar las mayores atrocidades de toda su funesta trayectoria. Semejante conducta le sería recompensada con una creciente ayuda militar, entre otras, por los estados iluminados.

Bien, esto ocurría en el primer semestre del año. Los persistentes pronunciamientos de los más preeminentes moralistas, figuras políticas y demás eminencias, abrumaron a la opinión pública respecto a la prodigiosa nueva era en la que nos adentrábamos, de la mano de los estados iluminados, libres ya de obsoletos conceptos como la soberanía o la legislación internacional.

La segunda fase se ha venido produciendo estas últimas semanas. La sintonía dio un giro drástico, conforme se fue centrando la atención en Timor Oriental, por el recrudecimiento del imperio de terror, violencia y barbarie generalizada que ha venido produciéndose a lo largo del último cuarto de siglo. Es, de hecho, la peor masacre en lo que respecta a la población desde el Holocausto.

Ahora, resulta que la soberanía de Indonesia se merece una atenta y desmesurada consideración en este caso, aún cuando su soberanía no existe. Porque, naturalmente, Indonesia no tiene ningún derecho a la soberanía sobre Timor Oriental, si obviamos el derecho implícito en el apoyo prestado por las grandes potencias a la agresión; es decir, los estados iluminados en general, y el del adalid de los estados iluminados, EEUU en particular.

De modo que, aquí, hemos de mostrar una gran consideración por la soberanía aún y cuando resulta que los derechos humanos no se tienen en cuenta. Hemos de aplazar la más amplia misión que establecimos en la fase previa. Tenemos que solicitar la invitación de los invasores antes de tomar cualquier otra medida -- como la suspensión de la ayuda militar porque, de no ser así, esto constituiría una injerencia en la soberanía de un estado, y, naturalmente, nada más lejos de nuestra intención.

De modo que, de la noche a la mañana, el panorama es justamente el opuesto. Del más absoluto desprecio por la soberanía, caso de Serbia -- por cierto, último reducto de la vieja Europa que se resiste a los planes estadounidenses para la región -- pasamos a considerar un estado cliente a uno de los mayores exterminadores de masas de la era moderna, y, en este caso, la preocupación por su soberanía se ensalza tanto que tenemos que observarla escrupulosamente, aun y cuando brilla por su ausencia.

Bien, la transición resulta interesante y, sin duda, plantea ciertas interrogantes: ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Cuál es la diferencia?
Una de las diferencias que se me ocurre es la que acabo de sugerir. En un caso, el estado cuya soberanía no es digna de consideración, es un estado enemigo. En el otro, se trata de un estado-cliente. Esto invita a la especulación, pospongámoslo de momento, para tratar algunas otras cuestiones.


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